domingo, 24 de junio de 2018

Mañana liberamos Chile y Perú

                                La insoportable levedad del patrioterismo
Diez señores millonarios y un señor multimillonario corriendo detrás de una pelota (no olvidar: el arquero juega también con los pies) despiertan una pasión patriótica, en especial de anunciantes, presentando a Leo Messi comiendo papas fritas o a Oscar Ruggeri recitando una liturgia improbable, y vendedores de banderas y otros símbolos nacionales que sueldan grietas y aminoran corridas hacia el dólar.
Este estado virtuoso es de corto alcance y sobre todo, exitista. Malos resultados influyen en la disminución de las publicidades heroicas y en la multiplicación de reproches.
Ni hablar de fair play, con bastantes jugadores transformándose en Mr. Hide para disimular su impotencia o ineptitud. Envidio ver hinchas japoneses y senegaleses limpiando la suciedad que generaron. ¿Y nosotros? Pegándole patadas a un croata tirado en el suelo.
Esta bien, el Mundial de Fútbol es un gran negocio, la camiseta se consigue legal o trucha, los barrabravas hacen sus turbios negocios, y el amor, o sentido de pertenencia a un club aparentemente terminó con Ricardo Bochini.
Hagamos como el energúmeno que hizo repetir, y grabó, obscenidades a una joven rusa. O juremos con gloria morir.

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