¿Cómo se hace para esconder un elefante? Muy simple: se lo mete en una manada, donde resulta irreconocible. ¿Cómo se hace para esconder a un corrupto? Pues bien, se procura que todos sean corruptos. Esto es exactamente lo que están tratando de hacer los kirchneristas.
Néstor Kirchner, primero, y Cristina, después, acumularon una inmensa fortuna a partir del momento en que ocuparon altos cargos públicos. Antes no tenían nada. Néstor arrancó juntando dinero como intendente de Río Gallegos, siguió como gobernador de Santa Cruz y luego como presidente. Y luego siguió su esposa. La megacorrupción K comienza con el tema de las regalías petroleras atrasadas, que el Estado nacional pagó a la provincia con motivo de la privatización de YPF, con Kirchner como gobernador. Esto sigue en una nebulosa. El dinero nunca ingresó en la arcas de la provincia. Eran 645 millones de dólares, de los que Kirchner invirtió 290 en acciones de YPF, que compró a 19 dólares y vendió años después a 44. La cuenta da más de 1000 millones de dólares, a los que habría que sumar intereses, que desaparecieron misteriosamente. Esto fue denunciado, entre otros, por Eduardo Arnold, vicegobernador de Kirchner. Pero no pasa nada. ¿Por qué?
En cambio, Mauricio Macri hizo su fortuna antes de ingresar en la política y mucho antes de ser presidente. Lo que ahora se le imputa son cuestiones sin fundamento, como los Panamá Papers, una cuestión que data de 2008, en la que no cobró nada. Lo del correo es en definitiva la historia de un mal negocio, que terminó en una convocatoria en 2001 y una confiscación en 2003. El Presidente no ganó un centavo con esto. Comparar estos casos intrascendentes con los inmensos negociados que los Kirchner hicieron con sus testaferros y socios (Lázaro Báez, Cristóbal López, José López y otros), donde estamos hablando de centenares (tal vez miles) de millones de dólares sustraídos al Estado, no tiene sentido. La estrategia para esconder al elefante no es aplicable aquí.
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